lunes, 21 de julio de 2014

Despieza-relatos 2: "Un día perfecto para el pez plátano", de J.D. Salinger

La próxima cita es con Chéjov y "Una noche de espanto".
Podéis encontrar el relato aquí (gracias por el enlace, Menchu).
Nos vemos el jueves 24 a las 19 horas en el Tejavana.

Resumo el despiece de Salinger.

Escogimos el que probablemente sea el mejor relato de este autor, que también destaca por una gran novela: "El guardián entre el centeno". 

Una breve introducción al autor.
J. D. (Jerome David) Salinger nació el 1 de enero de 1919 en Manhattan, Nueva York (Estados Unidos), en una familia acomodada. Usaba un lenguaje irreverente y amaba el periodismo y la literatura. A los quince años ya decidió ser escritor, y empezó a redactar los cuentos que le conducirán a la rara e inspirada perfección de su obra maestra. En la Universidad de Columbia asistió a un curso de escritura que impartía Whit Burnett, editor de Story, la revista literaria que descubrió a escritores como Norman Mailer, Tenesse Williams o Truman Capote. Cuando se desató la II Guerra Mundial, participó en ella. Su experiencia en la guerra le impactó profundamente, lo cual puede apreciarse en sus escritos. Tras la derrota alemana, estuvo en el servicio de contraespionaje militar. Después del conflicto bélico, Salinger, aconsejado por Burnett, consiguió que algunos de sus relatos cortos fueran aceptados por publicaciones populares. Le costó una década publicar el libro «El guardián entre el centeno», que alcanzaría fabulosas cifras de venta y se transformaría en uno de esos libros de culto. Ni el propio J. D. Salinger había soñado tal éxito, que se vio ratificado con sus siguientes títulos: «Nueve cuentos» (1953). En la actualidad, Salinger está considerado quizá el mejor cuentista norteamericano junto a Raymond Carver.


Elementos del relato:
Espaciola acción transcurre en tres escenarios: la habitación de Muriel y Seymour Glass, la playa y el trayecto ascensor-habitación. 
Tiempo: 1948, por la información del relato ha pasado poco tiempo desde el regreso de Seymour de la Guerra (por las fechas de la publicación sabemos que es la Segunda Guerra Mundial).
Protagonista: Seymour Glass. Piel blanca. ¿Tatuaje? Bañador azul eléctrico. Carácter especial. Entiende alemán (lo lee, al menos). Sensible. Le gustan los niños, se siente cómodo con ellos. Raro, peculiar. Está claro que tiene un trauma o un comportamiento anómalo. 
Narrador: Vídeo.
Ritmo: muy fluido
Conflicto: desde el inicio el diálogo madre-hija nos presenta al protagonista (Seymour), una persona perturbada, sobre la cual se generan unas expectativas de agresividad que se reflejan en una tensión constante a lo largo de la segunda escena, en la playa, en la que aparece Seymour con Sybil, una niña pequeña (suponemos que de unos cinco años). La tensión se libera al ver que no sucede nada extraño, que Seymour es absolutamente normal con los niños, pero vuelve a su comportamiento excéntrico en la escena final, mientras sube en el ascensor, por lo que el clímax del relato se alcanza cuando finalmente empuña un arma mientras contempla a su mujer dormida y se resuelve al disparar.
Tema: relato anti-belicista
Indicios a analizar: todos los indicios que el autor va sembrando a través de sus diálogos -magistrales-  para sembrar la intriga. Conversaciones de a tres (siempre hay un tercero, ausente pero presente en la conversación). La familia Glass no es nueva en los relatos de Salinger. En concreto, Seymour aparece en dos relatos anteriores, y pertenece a una familia de siete hermanos superdotados. Otro tema recurrente en Salinger es la inadaptación al entorno (véase "El guardián entre el centeno") y la agilidad y perspicacia mental de personajes trastornados que encuentran en la inocencia, en la inteligencia y en la gracia de los niños una luz de esperanza e incluso una vía de redención para su sufrimiento.

Añado un aporte de Diego, que escribió luego: 

Florida no deja de ser Caribe. Era, y es, un destino para el turismo americano de la época. Bien, pues el autor elude cualquier descripción del entorno turístico. Nada. Todo queda al albur del lector. Esa es la geografía que se nos sustrae. El otro escenario sería el hotel y tampoco sabemos mucho. Sí, tienen un piano. Y Salinger no nos proporciona el dato de fabricante. Pero mira por donde nos dice donde se ha comprado la blusa Muriel. Nada menos que en Saks, en la Quinta Avenida. ¿Y el mar? "El mar es terrible pero la tierra no tiene corazón" que diría Henry Miller. El magistral diálogo con Sybil tiene agua salada y el cielo protector sobre sus cabezas y nada más. Salinger es tan parco a la hora de situarnos porque no le interesa. La atmósfera la procuran los personajes y sus palabras. Y eso basta. De cinematográfico, nada. Pura,dura, diamantina y cruel literatura.
Obviamos, casi siempre, el contexto histórico de los cuentos realistas. Cuando estamos ante uno de corte fantástico es otro asunto: las divagaciones son más propicias.
Ayer se nos pasó el detalle del congreso que tiene lugar en el hotel. Es importante. Colapsan la centralita para las llamadas de larga distancia. Salinger podía haber elegido los representantes de hilo dental, aspiradoras o agentes inmobiliarios. Pues no. Hete aquí a noventa y siete agentes de publicidad y . . . neoyorkinos. Con dos frases fija el poder de la producción, el consumo y la publicidad. Triángulo mágico. Y tampoco nos cuenta cómo van vestidos. Ni sus juergas y escarceos extra conyugales. Ya llegará Richard Ford para ponerlos en su sitio. Nos importa un pimiento del piquillo el grupo de agentes y al autor aún menos. 
No sabía que Salinger estuvo en la guerra. Todas las aristas de las frases que tienen relación con el conflicto bélico, son como el restallido del látigo esgrimido por alguien que plantea dudas sobre las bondades del triunfo. Nunca sabremos con certeza cuántas personas exhalaron el último suspiro en esa mierda de guerra que tanto me ha entretenido en el cine. Seymour ha pasado mucho tiempo en un hospital para veteranos. Después de restañar las heridas reales, a los veteranos, con secuelas psicológicas, los largaban para no tener estadística. Está blanco. Lo imagino sin salir a pasear y leyendo. Leía y pensaba. Pensaba en la autodestrucción para deshacerse del lastre sangriento.
También creo que los peces plátano son una imagen que remite a la guerra. La fiebre platanífera, una manera camuflada de poner sobre el papel el estado psicológico de los combatientes y, a la vez, sostener una relación cariñosa con una niña, la inocencia que mencionasteis la otra tarde.
Y para terminar, también pienso que se despide de la chica, su mujer, con esa otra mirada porque le tiene cariño, de otra manera no hubiera repetido la mirada.

Podéis seguir aportando en los comentarios.

Feliz semana a todos.

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