Segundo diagnóstico
En
el letrero que se encontraba sobre la puerta se podía leer:
“JEFE DEL DEPARTAMENTO DE MEDICINA INTERNA”
Dr. D. J. González Ruíz
Un
individuo de pálido semblante, bajó el picaporte con el codo izquierdo porque
las manos las tenía ocupadas en sujetar un bulto de color verdoso que palpitaba
rítmicamente y que parecía salir del pecho.
El
médico mostró una silla al paciente indicándole que tomara asiento. Consternado
movió la cabeza de un sitio para otro y confirmó el diagnóstico.
—Como
bien le ha dicho mi colega, se trata de un caso de cardioitis atópica
—manifestó sin dirigir la mirada a los ojos del enfermo.
—Pero
doctor, hace menos de un año me dijeron que lo que me salió en la piel era una
dermatitis atópica y luego resultó ser varicela. Yo no sé medicina, pero parece
como si tuviera una coloración distinta a las imágenes que yo he visto en
internet —insistió el paciente preocupado.
—Mire
Vd., si fuera por mí prohibiría que de la red colgaran webs de medicina, ni se
imagina lo pernicioso que puede llegar a ser. Entiendo su preocupación, pero
debe de tranquilizarse porque está en buenas manos. Curar, no se cura, no hay ni
tratamiento quirúrgico, ni farmacológico. Esto es lo que pasa con las
enfermedades raras.
—Perdone
que vuelva con lo mismo, pero busqué el Síndrome de Khzquingh con el google
para ver si los síntomas coincidían con los míos y no he podido encontrar esta
enfermedad. ¿Está bien escrito este nombre? —preguntó el enfermo mostrando un
papel con un apellido que parecía de tierras mongolas.
—Eso
es, el Síndrome de Khzquingh, del grupo de las enfermedades raras. Los síntomas
son cambio aparente de color, inflamación que obliga al órgano a salir de su
sitio, y con indicios atópicos. Si no eres médico, difícilmente se puede llegar
a entender algunas patologías.
—Mire,
no quiero parecer terco, pero las manifestaciones que yo tengo y Vd. acaba de
exponer, no aparecen como síntomas de ninguna enfermedad rara. Me he leído una
a una todas las enfermedades raras y no he conseguido encontrar nada parecido.
— ¡Ay
el internet, y el google! Existen casos, dependiendo de la genética del
individuo en los que también se da un deterioro de las destrezas mentales del
afectado. En casos graves se podría decir que el enfermo lee pero no entiende
lo que lee. En este momento ante todo prevalece la característica atópica,
señal clara del trastorno en el individuo afectado. Creo que es su caso.
—No
quiero molestarle pero, ¿cómo sabe Vd. que yo pertenezco a este grupo si ni tan
siquiera me ha hecho un análisis de sangre?
—No
me hace falta, me doy perfecta cuenta de que no ha entendido nada de lo que ha
leído. Esto confirma mi hipótesis.
—Si
Vd. lo dice, pero a mí esto me parece muy raro y muy poco usual.
—Tranquilo,
ya se acostumbrará y lo que ahora le parece extraño, mañana, una vez asumido lo
excepcional de la enfermedad, le parecerá cotidiano.
—Si
Vd. lo dice, pero yo creo que me va a costar mucho adaptarme. Gracias doctor y
disculpe mis preguntas. Tal vez en este momento Vd. crea que yo he dudado de su
diagnóstico, pero compréndalo, todo el mundo se me queda mirando y eso es por
algo. ¿Me puede sujetar un momento el corazón entre sus manos hasta que me
ponga el abrigo?
El
médico echó una última mirada y sujetó el órgano con cierto reparo.
— ¡Qué
le vaya bien! Ya verá como ese color verdoso no tiene importancia alguna. Por
favor, cierre la puerta cuando salga.
Nada
más quedarse sólo, el galeno cogió el teléfono y tecleó. Al otro lado de la
línea se oyó el típico diga.
—Sí,
sí, digo, hijo de mala madre. ¿Para qué me mandas a un tipo que tiene el
corazón verde y lo lleva fuera de las costillas? Cardioitis atópica, ¿se puede
saber qué enfermedad es esa? Y encima es el inconfundible plasta maniático del
internet y no hay manera de colársela. ¡Qué sea la última vez! Si me vuelves a
hacer otra como ésta, te voy a dar tal cantidad de guantazos, que la cara se te
va a llenar de mocos verdes para que combines mejor con tus pacientes.
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