jueves, 6 de diciembre de 2012

Ejercicio de Diciembre de 2012


Segundo diagnóstico


            En el letrero que se encontraba sobre la puerta se podía leer:

“JEFE DEL DEPARTAMENTO DE MEDICINA INTERNA”

Dr. D. J. González Ruíz

            Un individuo de pálido semblante, bajó el picaporte con el codo izquierdo porque las manos las tenía ocupadas en sujetar un bulto de color verdoso que palpitaba rítmicamente y que parecía salir del pecho.

            El médico mostró una silla al paciente indicándole que tomara asiento. Consternado movió la cabeza de un sitio para otro y confirmó el diagnóstico.

            —Como bien le ha dicho mi colega, se trata de un caso de cardioitis atópica —manifestó sin dirigir la mirada a los ojos del enfermo.

            —Pero doctor, hace menos de un año me dijeron que lo que me salió en la piel era una dermatitis atópica y luego resultó ser varicela. Yo no sé medicina, pero parece como si tuviera una coloración distinta a las imágenes que yo he visto en internet —insistió el paciente preocupado.


            —Mire Vd., si fuera por mí prohibiría que de la red colgaran webs de medicina, ni se imagina lo pernicioso que puede llegar a ser. Entiendo su preocupación, pero debe de tranquilizarse porque está en buenas manos. Curar, no se cura, no hay ni tratamiento quirúrgico, ni farmacológico. Esto es lo que pasa con las enfermedades raras.

            —Perdone que vuelva con lo mismo, pero busqué el Síndrome de Khzquingh con el google para ver si los síntomas coincidían con los míos y no he podido encontrar esta enfermedad. ¿Está bien escrito este nombre? —preguntó el enfermo mostrando un papel con un apellido que parecía de tierras mongolas.    

            —Eso es, el Síndrome de Khzquingh, del grupo de las enfermedades raras. Los síntomas son cambio aparente de color, inflamación que obliga al órgano a salir de su sitio, y con indicios atópicos. Si no eres médico, difícilmente se puede llegar a entender algunas patologías.

            —Mire, no quiero parecer terco, pero las manifestaciones que yo tengo y Vd. acaba de exponer, no aparecen como síntomas de ninguna enfermedad rara. Me he leído una a una todas las enfermedades raras y no he conseguido encontrar nada parecido.

            — ¡Ay el internet, y el google! Existen casos, dependiendo de la genética del individuo en los que también se da un deterioro de las destrezas mentales del afectado. En casos graves se podría decir que el enfermo lee pero no entiende lo que lee. En este momento ante todo prevalece la característica atópica, señal clara del trastorno en el individuo afectado. Creo que es su caso.

            —No quiero molestarle pero, ¿cómo sabe Vd. que yo pertenezco a este grupo si ni tan siquiera me ha hecho un análisis de sangre?

            —No me hace falta, me doy perfecta cuenta de que no ha entendido nada de lo que ha leído. Esto confirma mi hipótesis.

            —Si Vd. lo dice, pero a mí esto me parece muy raro y muy poco usual.

            —Tranquilo, ya se acostumbrará y lo que ahora le parece extraño, mañana, una vez asumido lo excepcional de la enfermedad, le parecerá cotidiano.

            —Si Vd. lo dice, pero yo creo que me va a costar mucho adaptarme. Gracias doctor y disculpe mis preguntas. Tal vez en este momento Vd. crea que yo he dudado de su diagnóstico, pero compréndalo, todo el mundo se me queda mirando y eso es por algo. ¿Me puede sujetar un momento el corazón entre sus manos hasta que me ponga el abrigo?

            El médico echó una última mirada y sujetó el órgano con cierto reparo.

            — ¡Qué le vaya bien! Ya verá como ese color verdoso no tiene importancia alguna. Por favor, cierre la puerta cuando salga.

            Nada más quedarse sólo, el galeno cogió el teléfono y tecleó. Al otro lado de la línea se oyó el típico diga.

            —Sí, sí, digo, hijo de mala madre. ¿Para qué me mandas a un tipo que tiene el corazón verde y lo lleva fuera de las costillas? Cardioitis atópica, ¿se puede saber qué enfermedad es esa? Y encima es el inconfundible plasta maniático del internet y no hay manera de colársela. ¡Qué sea la última vez! Si me vuelves a hacer otra como ésta, te voy a dar tal cantidad de guantazos, que la cara se te va a llenar de mocos verdes para que combines mejor con tus pacientes.

           

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