Rubi Guerra:
“Después de mucho pensarlo, creo que no hay una respuesta sencilla a
esta pregunta. Las razones por las cuales un libro se hace inolvidable
pueden ser tan variadas como lectores haya. No existe un solo tipo de
lector, ni un solo tipo de razones por las cuales disfrutamos un libro.
Siendo así, sólo puedo responder qué ha hecho inolvidables para mí
ciertos libros. Y aún así la respuesta no será clara.
Hay libros que en un momento de mi vida se han dirigido a mí
directamente. En sus reflexiones o en sus recreaciones ficcionales he
creído encontrar una respuesta a preguntas urgentes, y me he visto en la
necesidad de detenerme y pensar en lo que estos libros decían. Son los
menos. No es habitual dialogar con los libros, aunque es algo a lo que
todo lector aspira.
Otros libros me han mostrado el oscuro corazón humano, las pasiones y
pulsiones que nos arrastran, con una clarividencia casi aterradora: la
compasión, el miedo, el sexo, la violencia, la soledad.
En fin, otros libros son inolvidables porque me han mostrado, en sus
redes de significado, la belleza de la palabra, del ritmo, de los
silencios.”
Ángel Gustavo Infante:
“Un texto se hace inolvidable por el lenguaje o por esa cosa aún más
extraña llamada “estilo”. Los temas son eternos, lo sabemos, y se
repotencian en su manufactura, que es una suerte de combinación feliz
entre el decir, el saber decir y el cómo decir. Quizá el estilo se halle
precisamente ahí, de visita en casa de la vieja retórica; pero el poema
o la narración pertenecen al arte, lo sabemos, son objetos artísticos
que queremos perfectos. De allí la insistencia con esa materia inasible:
la palabra. Lo demás viene dado por la cantidad de vida que puede ser
transmitida —o contagiada— en la medida en que el autor deja de ser el
mismo para convertirse en otros.”
José Luis Palacios:
“Un texto me atrapa si tiene dos ingredientes quintaesenciales: uno,
que cuente una historia interesante, y dos, que la narración sea un reto
para el lector, que haya un guiño del autor hacia el lector, bien sea
porque es éste último quien debe completar la historia, o porque hay
giros y convoluciones en los tiempos y en las personas narradoras que
tengan la virtud de sorprenderte. Pienso en arquetipos del pasado como
“La mano junto al muro”, la mejor historia de burdeles de nuestra
narrativa, o “La noche boca arriba” de Cortázar, donde el segundo
ingrediente quizás opaca al primero, y pienso también en narrativa
contemporánea como la de T. Coraghessan Boyle, de quien acabo de leer un
cuento publicado en 2004, donde el protagonista se gana en una apuesta
de bar una rara especie de felino africano que debe mantener vivo en un
pequeño apartamento, y a pesar de que acá quizás el primer ingrediente
es más fuerte que el segundo, ambos están presentes, se equilibran y te
hacen pensar: caramba, me gustaría escribir algo así.”
María Celina Nuñez
“En mi opinión, lo que hace que un cuento (o cualquier otra forma de
manifestación artística) sea inolvidable es que la historia narrada sea
el vehículo de una gran metáfora sobre la existencia humana. Es ese
sentido último lo que le da trascendencia.”
Juan Carlos Chirinos
“Ya querría conocer un par de esas virtudes para usarlas en lo que escribo…
Puedo decir que en el camino de lector que uno emprende casi sin querer,
el primer texto, por serlo, queda grabado con delicadeza y ternura. En
mi caso fue Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, un texto que me gustó
hasta la sorpresa cuando lo leí —llegó a mí a los siete años por una
feliz casualidad en medio de una hepatitis, y gracias a mi maestra de
primer grado, que le puso “Platero” a nuestro salón de clase; y para que
no nos perdiéramos en el recreo, pegó en la entrada un burrito blanco y
sonriente—. Ahora me rehúso a volver a él porque me da miedo descubrir
que se trata de una cursilería máxima. Prefiero conservar esa imagen
primigenia, en el cuarto de mis padres, leyéndolo muy lentamente. Así
que el primer texto tiene esta virtud: es la puerta hacia el mundo de la
lectura, y eso hay que agradecerlo.
Pero los textos siguientes, me parece ahora, deben cumplir con otra
virtud fundamental: es necesario que el hechizo de la primera vez se
repita. Cuando he leído uno de esos libros que me cambian la manera de
ver el mundo y la escritura (Percusión, de José Balza, Inventando los
días, de Carlos Noguera, Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato,
Desgracia, de John Maxwell Coetzee, El sabotaje amoroso, de Amélie
Nothomb, Mariana y los comanches, de Ednodio Quintero, o El bosque de la
noche, de Djuna Barnes ), tiendo a pensar lo que aprendí de una amiga
poeta: “qué suerte tiene el que lea este libro por primera vez”. Creo
que más allá de la eufonía, el estilo y la corrección formal; más allá
de la temática, el compromiso, y la cosmogonía del mundo, los libros que
se nos hacen inolvidables son los que se pegan a nuestra piel
mostrándonos que no todo era como lo esperábamos y que el autor de ese
texto supo también encerrar parte de nuestra esencia en su obra.
Y eso nada más. Una cosa fácil.”
Jorge Gómez Jiménez
“Empecemos por descartar lo que me parece olvidable. En primer lugar,
los cuentos mal escritos, entendiendo por tales aquellos en los que las
situaciones se resuelven de manera pueril. En segundo, los que atienden
a modas o a estrategias prefabricadas, como esos cuentos en que al
final el protagonista descubre que todo ha sido un sueño, así como casi
todos los cuentos con un final que pretende ser sorprendente. En
tercero, los cuentos que están bien escritos y no se cuadran en moda
alguna, pero están hechos con una intención evidentemente apabullante,
como si su autor pretendiera decirme que maneja mejor que yo el tema. Y,
en cuarto, los que quieren darme enseñanzas de naturaleza moral. Así,
un cuento inolvidable me sorprende, pero no insultando mi inteligencia
sino estimulándola. Indudablemente tiene que estar bien escrito, tanto
que el lenguaje se convierta en un personaje más, y en tanto más
corpóreo es el lenguaje, menos posibilidades hay de que olvide ese
cuento. Ni siquiera exijo de un cuento que me diga algo nuevo, pero sí
que lo que vaya a decirme esté escrito de una manera que me parezca no
haberlo leído nunca antes.”
Extraído de http://ficcionbreve.org