sábado, 25 de mayo de 2013

Blanca. Ejercicio 10. Diálogo (II)


Un aparato de aire acondicionado exhalaba un aire frío en un intento titánico por refrescar el local en aquella bochornosa tarde. Él se detuvo durante unos instantes ante la entrada acristalada, retrocedió un poco, levantó la vista y por fin decidió empujar la puerta de la cafetería. Hacia media hora que ella se encontraba allí y durante todo ese tiempo había mantenido la vista puesta en los pocos transeúntes y el mucho tráfico del exterior. Agitó sus brazos para llamar la atención. El joven se adentró  inseguro, cegado por la semipenumbra que habitaba en el interior, hasta que una mano lo detuvo.
            — ¡Qué estoy aquí!
            — ¡Ah! ¡No te había visto! Con el sol que hace fuera cuando entras no ves un pijo.
            — ¡Un beso, hombre! No creo que tu novia se enfade por esto.
   
Ella le echó los brazos al cuello mientras él posaba su mano derecha sobre su hombro para mantener las distancias mientras se daban un sonoro beso en la mejilla.
            —Bueno, ¿y qué? ¿Cómo te va? Me han dicho que sales con Milagros. ¿Es la misma cuyo hermano tenía esa enfermedad genética?
            — ¿Llevas mucho tiempo esperándome? —le preguntó mientras indicaba al camarero que se acercara.
            — ¿Qué desea tomar?
            —Una caña.
            — ¿No tomas cerveza sin alcohol?
            — ¿Y desde cuando tomo yo cerveza sin alcohol?
            —Vamos a ver, alguna vez lo has hecho. En mi casa siempre pedías una cerveza sin alcohol.
            — ¡Claro, no teníais de otro tipo!
            —Hombre, yo es que en un primer momento he pensado que como se comentaba que el padre de Milagros le daba al trinque, pues que te habías acostumbrado a beber.
            —Bueno, cambiando de tema. He venido porque quieres saber los regalos que le gustaría que la hicieran para su boda. ¿No es así?
            — ¡Claro que sí! Pero tú ¿qué te piensas? Creo que es una buena idea que la compre algún electrodoméstico. Por eso necesito que me digas que es lo que la hace falta: la lavadora, la nevera, el lavavajillas… ¡En fin, lo que le haga falta!
            —Supongo que te estás refiriendo al mismo comercio dónde trabaja Milagros como dependienta. Y digo yo, ¿por qué no has sonsacado a mi hermana que regalo le apetecería que la hicieras? ¿No eres su mejor amiga? Después del tiempo que ha pasado deberías de tener claro que lo nuestro acabó. Además hoy me has vuelto a recordar por qué te deje.
            —Sólo quiero saber si ya te has acostado con ella, porque a lo mejor podríamos volver a retomar nuestro noviazgo.
            —Sí. Sí me he ido a la cama con ella. Por cierto, además de ser mucho mejor que tú en la cama, es buena persona, honesta, sincera y está loca por mí, por lo que creo que a lo mejor vas a estar invitada en otra boda, y encima tiene un trabajo fijo, no como tú que estás siempre a verlas venir.
            —D. Julio, este es el sinvergüenza que está con Milagros, su mujer.
            Un puñetazo derriba al hermano de la novia.
            —Como has podido ver yo también tengo trabajo. Me he hecho autónoma y tengo un despacho de detectives. Acabé lo de Criminología y estoy utilizando mis estudios. ¡Qué te vaya bien!

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