domingo, 9 de junio de 2013

Blanca. Ejercicio 11.1 y 11.2. Tiempo y espacio.


El vampiro de los mares

            Luis se escondió dentro del despacho mientras su hermano Juan lo buscaba. Ambos tenían prohibido la entrada en aquella habitación que era utilizada como lugar de trabajo de su padre. Incluso, últimamente, había instalado un cerrojo que cerraba el acceso desde fuera. Pero hoy, alguien había dejado la llave puesta en la cerradura. Se ocultó detrás de la puerta, la entornó suavemente y contuvo la respiración al oír que se hermano se acercaba. Clack, sonó el picaporte al cerrarse.

            —Ahí te quedas. Me llevo la llave. ¿Qué te creías, que no te había visto?

            — ¡Abre, idiota! —le gritó metiendo un puñetazo a la puerta.

            — ¡Qué te vaya bien, “pringao”! —fue lo último que dijo mientras se alejaba por el pasillo.

            Juan tomó aire y cerró los ojos para contener la furia que en aquellos momentos lo envolvía. Al abrirlos comprobó horrorizado que alguien había subido, del garaje, el acuario. No sabía por qué, pero aquella enorme pecera siempre le había hecho sentirse mal. Un nuevo susto hizo que sus pulsaciones se aceleraran al escuchar las campanadas de la catedral que anunciaban la siete de la tarde. Volvió a inhalar aire y a soltarlo lentamente con la intención de tranquilizarse. Echó una ojeada a la sala intentando no poner la vista sobre aquel recipiente lleno de agua que tanto malestar le causaba. Al lado contrario de la habitación se encontraba la mesa en la que su padre solía trabajar con el ordenador. Se acercó hacia allí, se sentó y pulsó el intro del equipo. La pantalla se iluminó para dar paso a un artículo. Movió la rueda del ratón, cambiando de una página a otra, hasta que una fotografía de un pez llamó poderosamente su atención. La imagen mostraba a un espécimen con dientes de sierra y con un cuerpo de aspecto arenoso. Instigado por la curiosidad, empezó a leer el texto:

“El vampiro de los mares”

            Esta especie habita en aguas dulces. Sus aletas se transforman en alas al atardecer, y es entonces, a la caída de la tarde, cuando nos encontramos con una fiera extremadamente peligrosa. Se aconseja no mirarla nunca a los ojos para evitar que adquiera excesivo tamaño. Hay que tener especial atención con los ambientes limpios. Tan sólo el monóxido de carbono contribuye a aletargar su agresividad.

            De repente tuvo una corazonada: ¿Es posible que su padre hubiera sacado aquella enorme pecera del garaje para evitar estos gases tóxicos? ¿Por qué estaba investigando este animal tan extraño?

            En un arrebato de osadía decidió indagar cuál era el contenido del acuario. Se acercó lentamente contemplando el agua cristalina carente de vida animal. Se quedó mirando en el interior del vivero, pero allí no había nada, o él no veía nada. El ocaso había venido con las sombras que le son propias y los objetos de la sala empezaban a perder las líneas que los definían. Tanteó las paredes del depósito en busca del interruptor que iluminaba la pecera. —Aquí está —pensó pulsando el botón. Puso las manos a modo de prismáticos y las reposó sobre el cristal. — ¿Qué era aquello que había sobre la gravilla del fondo?—. Buscó en los cajones del escritorio algo, suficientemente alargado, para remover la arena. Encontró una regla y la cogió. Acercó una silla, se subió en ella, se remangó el jersey e introdujo el brazo hasta más del codo. Con la regla movió el sílice hasta que un ser, de inmensas alas de murciélago, saltó hacia la superficie depositando sus fríos ojos añil sobre las pardas córneas de Luis. No hubo gritos, sólo se oyó el suave sonido del chapoteo, cuando una gigantesca boca con dientes de sierra se abrió para engullir parte del rostro del niño llevándolo al fondo de arenilla.

            Aquella noche nadie cenó. Todo el mundo buscaba a Luis. Todos menos su hermano porque sabía dónde podía encontrarlo, pero no habló por miedo a la reacción que su padre pudiera tener. Unas horas más tarde la policía fue quién encontró, rodeado de un gran charco de sangre, un cuerpo de niño decapitado.

8 comentarios:

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  2. Como siempre, yo no puedo aportar nada más que opiniones sobre lo que he sentido al leer el relato. Para comentarios técnicos, ya tenemos al sector rector del grupo. ¡Qué para eso tienen estudios! Yo, lo único que humildemente puedo decir, es; que cada texto que uno lee... puede, o no, engancharte desde un principio. Y, que si no es así... problablemete no lo haga nunca. Eso me ha pasado con este, que me perdiste ya desde el primer párrafo (lo he terminado de leer, pero no es lo mismo). No digo que sea malo, ni que no esté bien escrito, al revés. Si no que nuestra misión como escritores (aunque se sea amateur, como yo) pasa necesariamente por intentar cutivar desde la primera hasta la última palabra. Y eso, precisamente eso, es lo dificil de esto. Amén de que los diaálogos sean creíbles. En esto, te pasa como a mí a veces. Un lenguaje no es más creíble por coloquial. Al revés, como en este caso lo hace totalmente artificial. Cosa, que yo todavía no consigo hacer bien del todo. Ahora, la historia propiamente dicha; me ha gustado mucho.

    Podías intentar reescribirlo cambiando el principio y los diálogos. El próximo día de recreo, que ya podré ir por terminar los dichosos exámenes, estaría encantado... deseoso de escuchar el nuevo relato.

    Oscar De Abajo/La loca caja de Pandora

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    1. Pues, honestamente, esta vez creí que había acertado con los diálogos, que a decir verdad, es algo que aún no controlo totalmente.

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    2. Están bastante conseguidos los diálogos, Blanca, a ver si te lo puedo leer con tranquilidad y te digo más cosas "técnicas".
      Óscar, yo estoy encantada... deseosa de escuchar lo que te han inspirado los ejercicios o estas semanitas ;)

      Un abrazo a los dos.

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  3. Por cierto.... ¿Quien lo ha escrito?

    Creo que no ha puesto el nombre..... ¿Habrá sido Blanca otra vez?

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  4. Lo siento, estoy de exámenes. He intentado hacer algo con lo de Prada, incluso tengo una idea buenísima, pero no acaba de salir. Ye os contaré!!!

    Oski

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  5. Buena suerte para tus examenes

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