miércoles, 4 de abril de 2012

Licinio. Ejercicio 9.2.


Ejercicio 9.2 —Diálogo—

—Bueno, ya he llegado. ¿Qué tal habéis pasado el día?
—Bien, ha ido bastante bien la cosa.
—¿Ha llovido mucho por aquí?
—¿Quién?
—Que si ha llovido mucho por aquí.
—Ah, no. Aquí no ha caído ni una gota.
—Pues en el camino, hemos pillado un buen chaparrón.
—¿Que si queda salchichón?
—No, hombre, no. Que había una tormenta muy grande por Medina de Rioseco. Por qué no te pones el aparato.
—Pero si oigo bien.
—Ya, y el otro día me tuviste media hora a la puerta hasta que llamé por teléfono, porque el timbre estaba a punto de arder y no lo oías.
—Era por la tele, que estaba muy alta. Y, además, este timbre casi no se oye.
—Lo oye todo el mundo menos tú. Pero, qué trabajo te cuesta poner el aparato. No ves que ni siquiera oyes a mamá cuando te llama desde la habitación, y un día vamos a tener un disgusto. Póntelo, hombre, hazlo por ella.
—Eso digo yo, me harto de darle voces y nada. Tu padre es más necio que necio, mira que sabe que no me puedo mover de la cama, pues ya puedo gritar con todas mis fuerzas, que no me oye. Cualquier día me muero de sed como un canario y éste ni se entera.
—Bueno, bueno, ya lo pondré mañana.
—Eso, mañana. Y por qué no lo pones ahora.
—Es que no tiene pilas.
—Joder, papá. Yo no sé para qué has gastado tanto dinero en el maldito audífono. Para lo que lo usas, bien ahorrado lo tenías.
—Que si llamó Matías. No, hoy no ha llamado nadie, verdad.
—Cómo que no ha llamado nadie. ¿No estuviste hablando con Enrique? Ay, hijo, además de la sordera, papá se está quedando sin memoria.
—Ah, sí. Llamó tu primo.
—Y qué contaba.
—Nada, que ya son abuelos.
—Pero bueno, así que ya nació el nietín. Cómo se llama.
—Pues yo no sé si nació hoy por la mañana o ayer noche.
—Que te está preguntando que cómo se llama. Lo que digo, está como una tapia.
—Cómo me dijo que se llamaba. Tú no te acuerdas cómo te dije, hombre.
—Jaime, igual que un hermano de ella. Vaya cabeza que tienes, amigo. Lo ves, hijo, a tu padre, de día en día, se le va la cabeza. Yo no sé en qué acabará esto.
—Bueno, mamá, no dramaticemos. Es normal que pierda algo de memoria, hay que tener un poco de paciencia. Vaya con Enrique, el abuelo. Tengo que llamarle para darle la enhorabuena.
—Que vas a ir a Mataporquera. Y no estará muy frío todavía.
—Papá, ponte el aparato. Así no hay quien hable contigo.
—Bueno, pues si no queréis hablar conmigo, me voy a la cama. Hasta mañana.
—Tu padre es más necio que un arado. Así hace siempre, cuando algo no le agrada, se mete en la cama y santaspascuas. 

1 comentario:

  1. Me gusta mucho, muy bien escrito, muy entretenido y muy real. Se nos hacen mayores y no lo quieren ver...

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