De la curiosa conducta de los objetos
La casa de Mary López era un baile de
eclecticismo en el que los convidados de piedra volaban desde una lámpara de
art decó con pie de una mujer con los pechos al aire y envuelta de una gasa al
viento, hasta un salón de vinilo chic de los 70 efervescente de sueño
americano, pasando por un par de cachivaches incas que un amigo trajo de un
viaje por Perú; un horno de pan en piedra y un trozo de un friso. M era una
mujer que obsesionada con los detalles, para ella, el simbolismo, es el hogar
de la verdad. Para el común de los mortales, una composición de una vela y un
abanico con un saquito de tierra era una composición decorativa, para M, era
una elegía de la lucha del hombre con el planeta aire, fuego y tierra. Los tres
elementos básicos alquímicos que el hombre y su ciencia usan para convertir el
plomo en oro, lo primordial en sublime. Siempre hubo y siempre habrá una casta
de hombres y mujeres con una sensibilidad especial y una capacidad de trabajo
inhumana que son capaces de elevar el listón de lo especial reduciendo a los
demás a lo común degradándonos a lo vulgar, condenándonos a una existencia
vulgar y tediosa, que curiosamente, solo puede salir de su tedio, por las manos
que lo condenaron. Para su ex marido, el día a día con M se hizo insufrible.
Comer unas mini comidas cargadas de valor figurado, le estaban llevando directo
a la tumba. Dormir en un alegórico ataúd le mataba la espalda. Ducharse con un
metafísico agua helada, le creaba un catarro crónico. Por eso, para ella
encontrar un ángel de alas rosas tumbado en su cama cuando su marido se fue,
fue algo natural, aunque el resto se empeñara en que tenía que ir a un
profesional.
— ¿Para qué he de ir yo a un gigoló?,
si el sexo no me importa.
— Ese tipo de profesional no.
—Par que he de ir yo a un abogado, si
nos separamos de mutuo acuerdo. No le soporto más, y el no me puede sufrir más.
Que bella poesía tiene el
contrasentido de lo oculto. Para M la belleza de aquel ángel estaba en su
propia existencia. Porque en lo físico, no podía ser más feo el pobre. Cara pan
de gordo, fofo, con una esvástica por espalda, gafas de culo de vaso redondas
que le conferían un aspecto acorde con el resto, Feo. Feo pro fuera y feo por
dentro. Para rematar el conjunto el amigo era un borde, maleducado e
irrespetuoso, que no hacía más que soltar bordeces a diestro y siniestro.
Está muy bien la manera de cómo expones las manías de ella. Bueno, manía, tal vez, no sea la palabra adecuada, habría que decir las consideraciones metafísicas que sacaban de quicio al marido.
ResponderEliminarLa única pega que encuentro es que te falta acabarlo, es decir,qué ocurre al final.
Gracias, te agradezco sinceramente tus comentarios. Siempre te matan mis finales,o falta de. Oscar
EliminarBravo, Oscar. Muy Bueno.
ResponderEliminarGracias por los ánimos, pero dame caña. Oscar.
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