Ejercicio 11.2
2.2.- CUENTAS
SALDADAS
— ¡Pues
no veas las ganas que tenía de volver a verte! Y pensé: ¿por qué no le invito a
comer y hablamos de nuestros buenos tiempos? ¿Recuerdas cuando te enrollaste
con mi novia? Y no sólo eso, sino que
además lo fuiste divulgando por el pueblo. Bueno, esto ya lo he olvidado y te
he perdonado. También he pasado por alto aquel hurto que cometimos en los
grandes almacenes. Te voy a refrescar la memoria. Mangoneamos un móvil, te
empeñaste en que me lo metiera yo en el bolsillo de mi pantalón, lo
apantallaste con papel de aluminio, pero por lo que se ve lo hiciste mal, y
cuando íbamos a salir de la tienda sonó la alarma. El guarda de seguridad nos
paró y tú me preguntaste qué me había guardado. Pero, ya sabes lo que se dice
de agua pasada. Tómate el cafecito y vamos a dar una vuelta para bajar la
comida.
Metí la llave en la cerradura que estaba debajo de
la botonera del ascensor. Me miró sorprendido porque no sabía que el paseo lo
íbamos a dar lejos de donde nos encontrábamos, así que decidí explicárselo.
—Cogemos el coche y nos alejamos de este mundanal
ruido. Ponte atrás porque el asiento de adelante está un poco sucio con una
mancha parduzca que no puedo quitar. Tendré que darla con algún disolvente
enzimático porque creo que es con lo que se va la sangre. Átate, no sea que
tengamos un accidente y te vaya a pasar algo. Pues como te iba diciendo —retomé
mi anterior conversación de sobremesa según subía por la rampa de salida— hay
muchas cosas que ya he olvidado. Por ejemplo, el viaje aquel que nos hicimos
con el coche de mi padre, el cual estrellaste y encima sin carnet de conducir.
Un mes sin salir de casa y un año sin paga. Por cierto, no sé cómo llegaste a
convencerme para que me auto inculpara. Desconozco cuál es el motivo por el que
te lo estoy contando porque el pasado, pasado está. Lo del embarazo de mi
hermana, fue un golpe bajo. No entiendo por qué se caso contigo. Yo en su lugar
hubiera abortado, pero claro como tienes ese encanto que las encandilas a
todas, pues haces de ellas lo que te da la gana.
Miré por el espejo retrovisor para ver la cara de
estupefacción que iba a poner cuando se diera cuenta hacia donde nos dirigíamos.
Constaté tu sorpresa cuando abandonamos la carretera principal y nos
encaminamos cuesta arriba, por un camino mal asfaltado, cuya meta era el
cementerio.
—Te estarás preguntando por qué te traigo aquí —le
comenté según apagaba el motor y me deshacía del cinturón de seguridad— pues
para hablar tranquilamente de lo que me hiciste y nunca he sabido perdonarte.
Entra, que la puerta está abierta —le invité mientras empujaba la verja de
hierro—. Haz memoria en dónde está la lápida en la que pusiste mi nombre con
mis apellidos y la futura fecha del fallecimiento, que curiosamente, coincide
con el día de hoy. Si lo has olvidado no te preocupes, yo no he conseguido
quitármelo nunca de mi cabeza. Ya sabes que era, y sigo siendo una persona muy
impresionable, y desde aquella bromita tuya para reíros todos los de la
pandilla pues no sé que me dio en la cabeza que desde entonces estoy rumiando
el desenlace. Ya hemos llegado, como verás, la fecha la sigo manteniendo, tan
sólo he variado el epígrafe. Si deseas añadir algo, será mejor que empieces
porque se te está haciendo tarde.
Se quedó paralizado, aturdido y confuso. Experimenté
esa sensación de seguridad que se percibe en las personas con confianza en si
mismas y que yo nunca había sentido anteriormente. Agarré un bate de beisbol
que tenía guardado detrás del árbol que proyectaba sombra a la tumba y con toda
la furia que pude golpeé la piedra hasta romper el palo.
—Ahí te quedas, imbécil —le grité mientras me largaba
muy digno.
Blanca, tu puedes ir más allá. LLegar a donde niguna mente inferior alcanza. Esto es simple para tí. No te conformes con la mediocridad. Ve por el cielo. Oscar.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSí, posiblemente me lo haya tomado como un ejercicio. No todos los días estoy igual de ocurrente.
EliminarHola Blanca:
ResponderEliminarResumo aquí lo que ya te comenté el domingo cuando nos vimos. Esta historia necesita más espacio, y la creación de un ambiente que nos vaya haciendo conocer la profundidad del rencor del protagonista. Quizás unos flash-backs a la escena de infancia con la tumba, jugar con el contraste entre el odio y los recuerdos de uno, y la absoluta ignorancia del otro que ni se acuerda de aquella chiquillada... eso le podría dar más fuerza.
La idea es muy buena, así que merece la pena trabajarla.
Rocío