miércoles, 21 de marzo de 2012

Intento ponerme al día... Menchu

SESIÓN 8º
EJERCICIO 1

1.- OJOS AZULES
Notaba el calor azul de su mirada en mi espalda

2.- MANOS DE ABUELA
Las caricias de las manos de mi abuela son el remanso que me espera al final de su abrazo

3.- AMANECER
El amanecer desde la cima de aquella montaña fue el más fantástico juego de luces y colores que habían visto jamás

4.- HIERBA DE UN PRADO
El viento mecía aquella inmensa manta verde que nos invitaba al descanso

5.- LECHE RECIÉN ORDEÑADA
Los gatos de la granja acudían en tropel en cuanto oían las primeras gotas de su alimento preferido salpicar en el cubo de metal

6.- SONIDO DEL VIENTO
Los músicos callejeros dieron la bienvenida al inesperado espontáneo que se les sumó en forma de potente y rítmico soplo natural

7.- ZARZAMORA
La mermelada de zarzamora es dulce otoño en el desayuno

8.- VÍAS DEL TREN
Aquellos trabajadores del ferrocarril no eran conscientes de cuantas historias de felicidad iban a trasladar por sus interminables vigas de hierro

9.- MANZANO
Las flores del manzano no le hacían desmerecer ante el orgulloso almendro, su eterno competidor






EJERCICIO 2

CALOR AZUL FRÍO AZUL

Notaba el calor azul de su mirada en mi espalda.

Estaba en el café de siempre, el de nuestra adolescencia, el que sabía nuestros secretos más íntimos, cuyas paredes plagadas de posters de cine nos habían visto crecer a mis amigas y a mí. Empezamos yendo los viernes a la salida del colegio, cinco niñas vestidas iguales como cinco dedos de la misma mano, como cinco flores del mismo ramillete, como cinco hermanas al fin y al cabo. Era la hora de siempre y la mesa de siempre, la del fondo; sólo habíamos cambiado la consumición a medida que nuestra anatomía se iba desarrollando, ahora la mayoría tomábamos té, americano por supuesto. La conversación continuaba siendo tan animada como hacía años, como si se nos fuera a acabar la vida esa misma tarde, como si no hubiera mañana o próximo viernes, como si lleváramos sin vernos un verano entero en lugar de una semana… Dudaba entre girarme o continuar indiferente a sus insinuaciones. Opté por lo segundo, siempre más elegante. Decidí ignorarle como ignora el invierno los rayos de sol y el otoño las flores en su paisaje, como ignora el verano la nieve en las cumbres y la primavera la sequedad en el campo.

Pero de poco me sirvió.

Continué sintiendo aquel calor azul en mi espalda cuando me alejé de mis amigas camino ya de casa. El día emprendía viaje dejando paso a un cálido anochecer, tan sugerente que me estimulaba a pensar la excusa que les daría a mis padres por llegar un poco más tarde de lo permitido. No, nada de pretextos, les diría la verdad. Mil y una veces me habían oído hablar del misterioso muchacho de la mirada azul que me encontraba por todas partes. Habíamos coincidido a la salida del instituto, en la biblioteca y en la parada del bus, pero nunca estábamos solos. Ahora sí, si él no se decidía a acercarse lo haría yo. Les había dicho que me parecía que yo le gustaba y que desde luego estaba segura de que él me gustaba a mí más que el helado de menta y chocolate. Se alegrarían de que al final nos hubiésemos presentado. Sólo quedaban dos cruces para llegar a mi calle, iba a aprovechar la tranquilidad de la plaza para presentarme formalmente, decidido. De hoy no pasaba. Me voy a girar.

Notaba el frío azul de su mirada en la mía y el frío acero de su cuchillo en mi cálido vientre.

1 comentario:

  1. ¿Quién ha escrito esto? La historia está muy bien enganchada y deja para la imaginación de qué es lo que ha pasado.

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