viernes, 2 de marzo de 2012

Ejercicio 8.2. Rocío


MI AMIGA GABRIELA
Gabriela y yo somos amigas desde siempre, pero estamos más unidas desde que empezamos a compartir uno de esos agujeros de colmena de la metrópoli y la costumbre de ejecutar sesiones de “escritura rápida” para huir del hastío de la caja tonta.
—Tú pones tema —ordena Gabriela, que tiene la mirada de los seres acuáticos y un total poder de hipnosis sobre mí.
—Vale —lo pienso un minuto, repasando con la mirada los apetecibles libros que me tientan como un bodegón hiperrealista desde sus estanterías—. Hablemos del fin del mundo.
—Perfecto.
Escribiendo hemos descubierto que podemos detener el tiempo, silenciar los latidos y viajar. Pero yo siempre voy un paso por detrás de Gabriela. Ella es más rápida, más aguda, más innovadora. Sus letras al rojo vivo agujerean el papel y el sudor que le resbala por el cuello, con reflujo de leche agria, lejos de incomodarme, me hace abrir los ollares como al pura sangre que olisquea expectante la certeza del galope.
“Debe ser porque Gabriela duerme en un bosque de hadas”, me digo. Aunque nunca hemos pisado la habitación de la otra, hace tiempo llamé a su puerta y al abrirme contemplé a su espalda un vergel que oscurecía las paredes, se enredaba en la ventana y alfombraba el suelo, llamando a descalzar los pies. Turbada, me di media vuelta y desde entonces la llamo a gritos desde el salón.
Pero hace un mes que Gabriela se ha encerrado en su cuarto. Cuando, preocupada, me decidí a golpear a su puerta, únicamente dijo:
—¿En qué estación estamos?
—En primavera.
—Entonces avísame cuando llegue el verano. La primavera es tan aburrida y… romántica —habló burlonamente, como si ambos adjetivos fueran igual de insufribles.
Lógicamente, no le hice caso. Y la llamé al día siguiente, y al otro, y al de más allá. Le dejaba bandejas de comida que no tocaba. Casi nunca me respondía, pero la oía tararear allá dentro, y me la imaginaba trenzando lianas, edificando una estación de tren en miniatura, con vías como hileras de hormigas disciplinadas, o atusando el pelo de algún hada con los dedos engarfiados, como hacía mi abuela conmigo.
Hoy, sin embargo, me ha contestado.
—¿Quién eres? —ha susurrado con la voz temblorosa.
—Rocío, tu amiga, ¿quién va a ser?
—No te conozco.
Y al otro lado se ha extinguido todo rastro de su presencia. Lo sé, porque llevo todo el día acercando la oreja a la puerta y ni siquiera he cogido un maldito pañuelo de papel para secarme las lágrimas.


(424 palabras)


Nº imágenes: 0 (aunque imágenes inventadas, unas cuantas)
Nº metáforas: 6
Nº comparaciones: 5
Desarrollo venturoso, final trágico.
Tono: lírico

Venga, animaos, colgad los vuestros :-)

Ahora, también narrado:

 

8 comentarios:

  1. Por si no se entiende, Gabriela es mi musa :-)
    Me interesa mucho saber si logré transmitir esa pérdida de la inspiración.
    ¡Gracias!

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    1. A mí, personalmente, me encantan estos escritos que pueden significar muchas cosas. Yo sí considero que has transmitido la idea, pero, no acabo de ver parte de la última frase en donde hablas del pañuelo de papel

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    2. Lo del pañuelo de papel es porque no se quiere separar de la puerta, está llorando a mares, pero prefiere aguardar para ver si tiene respuesta del otro lado ;-)
      Tengo que pulirlo, a ver qué tal la nueva versión.
      Gracias, Blanca, guapa.

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  2. Cuando elaboramos algo mucho, tendemos a intrincar tanto el fondo que la complejidad hace la idea primigenia huidiza. Vamos, que cuando yo quiero volberme muy profundo lo que consigo es liarla. Por eso creo que la magia está en hablar desde el alma y expresar ideas sencillas de manera sencilla, aunque tengan un trasfondo muy profundo.
    Sencillez.
    Que quiero decir con esto. tu relato tiene unas imagenes preciosas, está muy bien escrito (como siempre) pero quizás, quizás, lo has liado un poco.
    Oscar De Abajo.

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    1. Je suis d'accord.
      Creo que once metáforas y comparaciones son muchas para un texto de 424 palabras. Y es difícil pillar que hablo de la musa, muy difícil.
      Aún así, lo que más lamento es que podáis llegar a creer que un cuento lírico es complicado o rebuscado. No lo es. Puede ser muy sencillo, aunque sus imágenes siempre lo situarán por encima del cuento que se narre en un tono más "normal".
      Este relato tiene, a mi parecer, varios fallos. El más importante es la extensión. Si lo alargo, lo descongestionaré. El segundo, que le hace falta un buen pulido. Sobran comparaciones.
      Ya le estoy dando vueltas a la nueva versión. Debe ser porque ha subido la temperatura en el exterior y Gabriela cree que es verano. La voy a invitar a un helado, seguro que cae la muy golosa. :-)

      Gracias, Óscar y Blanco (y Paco, aunque no haya hecho pública su opinión ;-))

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    2. ¿He escrito Blanco? Quise decir Blanca, claro.

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  3. Pues a mí me ha encantado y no, no sabía que hablabas de tu musa. Tienes razón, hay que llamarla a diario, o casi porque si no se va cada vez más lejos

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  4. Gracias, Menchu, creo que tendría que haber sido más explícita, pero a veces insinuar solamente sin explicar también tiene su atractivo.

    Por cierto, ayer estuve grabando el cuento, tenéis el enlace al Youtube en el post :-)

    Abrazos.

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