MI AMIGA GABRIELA
Gabriela y yo somos
amigas desde siempre, pero estamos más unidas desde que empezamos a compartir uno de esos agujeros de
colmena de la metrópoli y la costumbre de ejecutar sesiones de “escritura
rápida” para huir del hastío de la caja tonta.
—Tú pones tema
—ordena Gabriela, que tiene la mirada de los seres acuáticos y un total poder
de hipnosis sobre mí.
—Vale —lo
pienso un minuto, repasando con la mirada los apetecibles libros que me tientan
como un bodegón hiperrealista desde sus estanterías—. Hablemos del fin del
mundo.
—Perfecto.
Escribiendo
hemos descubierto que podemos detener el tiempo, silenciar los latidos y viajar.
Pero yo siempre voy un paso por detrás de Gabriela. Ella es más rápida, más
aguda, más innovadora. Sus letras al rojo vivo agujerean el papel y el sudor
que le resbala por el cuello, con reflujo de leche agria, lejos de incomodarme,
me hace abrir los ollares como al pura sangre que olisquea expectante la certeza
del galope.
“Debe ser
porque Gabriela duerme en un bosque de hadas”, me digo. Aunque nunca hemos pisado la habitación de la otra, hace tiempo llamé a su puerta y al abrirme
contemplé a su espalda un vergel que oscurecía las paredes, se enredaba en la
ventana y alfombraba el suelo, llamando a descalzar los pies. Turbada, me di
media vuelta y desde entonces la llamo a gritos desde el salón.
Pero hace un
mes que Gabriela se ha encerrado en su cuarto. Cuando, preocupada, me decidí a
golpear a su puerta, únicamente dijo:
—¿En qué
estación estamos?
—En primavera.
—Entonces
avísame cuando llegue el verano. La primavera es tan aburrida y… romántica —habló burlonamente, como si ambos adjetivos fueran igual de insufribles.
Lógicamente,
no le hice caso. Y la llamé al día siguiente, y al otro, y al de más allá. Le
dejaba bandejas de comida que no tocaba. Casi nunca me respondía, pero la oía
tararear allá dentro, y me la imaginaba trenzando lianas, edificando una
estación de tren en miniatura, con vías como hileras de hormigas disciplinadas,
o atusando el pelo de algún hada con los dedos engarfiados, como hacía mi
abuela conmigo.
Hoy, sin
embargo, me ha contestado.
—¿Quién eres?
—ha susurrado con la voz temblorosa.
—Rocío, tu
amiga, ¿quién va a ser?
—No te
conozco.
Y al otro lado
se ha extinguido todo rastro de su presencia. Lo sé, porque llevo todo el día acercando
la oreja a la puerta y ni siquiera he cogido un maldito pañuelo de papel para
secarme las lágrimas.
(424 palabras)
Nº imágenes: 0 (aunque imágenes inventadas, unas cuantas)
Nº metáforas: 6
Nº comparaciones: 5
Desarrollo venturoso, final trágico.
Tono: lírico
Venga, animaos, colgad los vuestros :-)
Ahora, también narrado:
(424 palabras)
Nº imágenes: 0 (aunque imágenes inventadas, unas cuantas)
Nº metáforas: 6
Nº comparaciones: 5
Desarrollo venturoso, final trágico.
Tono: lírico
Venga, animaos, colgad los vuestros :-)
Ahora, también narrado:
Por si no se entiende, Gabriela es mi musa :-)
ResponderEliminarMe interesa mucho saber si logré transmitir esa pérdida de la inspiración.
¡Gracias!
A mí, personalmente, me encantan estos escritos que pueden significar muchas cosas. Yo sí considero que has transmitido la idea, pero, no acabo de ver parte de la última frase en donde hablas del pañuelo de papel
EliminarLo del pañuelo de papel es porque no se quiere separar de la puerta, está llorando a mares, pero prefiere aguardar para ver si tiene respuesta del otro lado ;-)
EliminarTengo que pulirlo, a ver qué tal la nueva versión.
Gracias, Blanca, guapa.
Cuando elaboramos algo mucho, tendemos a intrincar tanto el fondo que la complejidad hace la idea primigenia huidiza. Vamos, que cuando yo quiero volberme muy profundo lo que consigo es liarla. Por eso creo que la magia está en hablar desde el alma y expresar ideas sencillas de manera sencilla, aunque tengan un trasfondo muy profundo.
ResponderEliminarSencillez.
Que quiero decir con esto. tu relato tiene unas imagenes preciosas, está muy bien escrito (como siempre) pero quizás, quizás, lo has liado un poco.
Oscar De Abajo.
Je suis d'accord.
EliminarCreo que once metáforas y comparaciones son muchas para un texto de 424 palabras. Y es difícil pillar que hablo de la musa, muy difícil.
Aún así, lo que más lamento es que podáis llegar a creer que un cuento lírico es complicado o rebuscado. No lo es. Puede ser muy sencillo, aunque sus imágenes siempre lo situarán por encima del cuento que se narre en un tono más "normal".
Este relato tiene, a mi parecer, varios fallos. El más importante es la extensión. Si lo alargo, lo descongestionaré. El segundo, que le hace falta un buen pulido. Sobran comparaciones.
Ya le estoy dando vueltas a la nueva versión. Debe ser porque ha subido la temperatura en el exterior y Gabriela cree que es verano. La voy a invitar a un helado, seguro que cae la muy golosa. :-)
Gracias, Óscar y Blanco (y Paco, aunque no haya hecho pública su opinión ;-))
¿He escrito Blanco? Quise decir Blanca, claro.
EliminarPues a mí me ha encantado y no, no sabía que hablabas de tu musa. Tienes razón, hay que llamarla a diario, o casi porque si no se va cada vez más lejos
ResponderEliminarGracias, Menchu, creo que tendría que haber sido más explícita, pero a veces insinuar solamente sin explicar también tiene su atractivo.
ResponderEliminarPor cierto, ayer estuve grabando el cuento, tenéis el enlace al Youtube en el post :-)
Abrazos.